En los casi veinticinco años que llevo escribiendo columnas he observado que hay temas recurrentes. Temas de fondo: contumaces, identitarios. Temas permanentemente irresueltos que no dejan de salir año tras año. Y uno de esos es el polémico asunto de la religión en los centros de enseñanza. ¿Qué hace la doctrina religiosa en el curriculum educativo? Ah, misterio. Yo no tengo nada en contra de los profesores de religión. He conocido a muchos. De hecho, conocí a uno que casualmente era ateo (un tipo excelente): había encontrado ese resquicio y se encogía de hombros con una sonrisa, como diciendo: mientras me paguen por hacer esto, yo aguanto lo que sea. Pero en mi opinión, una religión concreta no puede considerarse de ninguna manera una disciplina científica. Y por supuesto, es imposible de evaluar. Y menos en un Estado que se autoproclama laico y en una época en la que las culturas y las creencias se entrelazan y se diversifican a veces hasta extremos inconcebibles. Pero ¿a quién le importa mi opinión? Cada cual tiene la suya y los políticos hacen cuentas. Ahora leo que el Parlamento de Navarra ha hecho una declaración comprometiéndose a impulsar una nueva asignatura escolar que aborde la historia del terrorismo. Así, como suena. De modo que, a ver, a bote pronto, ¿qué opino yo de esto? Pues, no sé, creo entender que cuando se habla de la necesidad de elaborar lo que se viene denominando un relato veraz, a lo que nos estamos refiriendo es a contar los hechos con la máxima objetividad, situándolos en su contexto histórico y a ser posible sin demasiadas adherencias ideológicas. Si en efecto se trata de eso, no creo que haga falta diseñar ninguna asignatura nueva: creo que bastaría con no destruir las asignaturas de humanidades que ya existen. Me refiero a la Historia, la Filosofía, la Literatura. Y abordar el tema desde ahí. En fin, supongo que vamos a hablar de esto durante un tiempo.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
