Misterio desvelado: la clave está en el dado. La sala de emergencias 112 juega al parchís cada vez que recibe una llamada de auxilio por un suceso. El minuto inicial tras el aviso telefónico se le va en comprobar qué dado es el primero en sacar un 5 y tener acceso a la casilla de salida: el azul (Policía Nacional), el verde (Guardia Civil), el rojo (Policía Foral) o el amarillo (Policía Municipal). Algunos creen probable que tengan más a mano el cubilete rojo. Por osasunismo. A partir de ahí, y ya con todos los cuerpos policiales activados, se trata de ver cuál es el primero en meter ficha en el destino final después de una partida hostil en la que te comen la ficha de la información o te ponen barreras que dificultan el recorrido. Un clásico en la rivalidad entre cuerpos. No hay más. La culpa es del azar. Ni alteración del protocolo -elaborado en etapa política anterior- ni directrices ideológicas a los comportamientos técnicos. Los crímenes de San Jorge y Cáseda han sido aprovechados por la oposición parlamentaria para sospechar del sistema de trabajo del 112. Siembra de desconfianza. La acusación deduce marginación de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en privilegio de la policía autonómica. El caso de San Jorge (cerco a presunto asesino supuestamente armado) se resolvió de forma ridícula al aplazar el desenlace hasta la llegada de los GEO (tres horas de viaje). En Cáseda se trataba ya de atajar la huida con agentes llegados de fuera. La proporción de efectivos policiales por habitante en Navarra (1 por cada 150, según datos de Comptos en informe de 2014) da para un servicio adecuado en prevención y respuesta. Falta coordinación en información y despliegue porque se carece de una plataforma digital compartida, acordada hace siete años por la Junta de Seguridad y todavía pendiente de implementación. Los técnicos tienen un parchís de uniformes sobre la mesa. Los políticos juegan al mus. O pasan o a limpio órdago.