Cerró el periódico y miró al horizonte, más allá de la cristalera de la cafetería, desde donde veía la vida pasar, bullente pese a la plaga, pese a la barbarie moral, pese a la política que parecía caminar sin rumbo, borracha de sí misma. Pasaban unos niños con sus progenitores camino de la escuela... La primavera amanecía en algunos árboles. Habían estallado con colores esperanzados algunas flores anunciando tiempos mejores. Bastaba contemplar Italia en las últimas décadas y comprender que, aunque los gerifaltes se pierdan acuchillándose en gobiernos brevemente insultantes, la sociedad puede intentar seguir su camino, sorteando obstáculos de leyes o conspiraciones. Leyó: dos de cada diez españoles hoy viven solos en su domicilio. Uno de cada cuatro hogares es unipersonal. Algunos como si fuera una cárcel o un castillo que les defiende del virus. Los más, aburridos. Y a la vez, los altos precios de las viviendas, la dificultad de los jóvenes para lograr un techo, las casas vacías, los pueblos despoblados... Sí, mucho teléfono móvil, mensajitos, vídeos, fotos, bromitas... Pero un abrazo no es lo mismo, o tomar juntos el café, comer con quien uno siente los ojos, "las ventanas del alma", que decía Leonardo da Vinci, para encontrarse en profundidad y celebrarse con quien aparentemente solo charla de naderías. Demasiadas casas con ese viejo al que a veces miran con recelo los herederos, a ver si muere de una vez para dejarles los dineros. Otras, es el abuelo querido, de quien se teme que no pueda valerse por sí mismo. Techos que parecen caerse encima, con el peso del aburrimiento, sobre el solitario... Y los hogares que se deshacen, desprotegidos... En los últimos cinco años doblaron las "familias infelices", ¿un millón?... Conviene pensárselo antes de romper los lazos que hicieron posible nuevas promesas, esas infancias que pueden quedar truncadas, sin uno u otro de quienes les dieron la vida, entre reyertas. Sí, cada cinco minutos hay un aborto en nuestras tierras, cada cinco, una familia quiebra. Pero otras nacen o se renuevan, con esperanza, pese a tanta malandanza. Muchos asuntos andan torcidos o cojean; incluso se arrastran o dan vueltas, pero el globo gira. Hay tiempos malos, como quienes nacieron antes de la I Guerra Mundial y sufrieron esta, la gripe española, el crack financiero, la II Guerra Mundial... Y, pese a que desaparecían ciudades, el mundo se reconstruyó y volvieron a rodar por los caminos cerrados las historias de muchos que habían quedado aparcadas a un lado de las ruinas. Después de la muerte, deseamos la resurrección, como nos mostrarán en estas fechas en nuestra hermosa y cristiana tradición. Deseamos y exigimos seguir viviendo. No estamos hechos para el vacío, para la derrota, no debe ser nuestro destino el infierno por nosotros construido, sino los paraísos que del cielo son reflejo.