estoy de acuerdo con eso de que los ciudadanos de bien podamos usar armas. Me da igual que sean españoles, turcos, vascos, catalanes o de Pau, pero de bien -como decía Butanito: “amigooo de sus amigooooos y que se vistaaa por los pieesssss”- y que podamos usar armas. En lo que no estoy de acuerdo es que sean armas pequeñas, de esas pistolas y tal que tienes que ir matando a la gente de una en una, carga, apunta, dispara, recarga, apunta, el salpicón... Matar así tiene que cansar un huevo. Y además lo mismo le coges cariño al muerto en el último instante, cuando le miras a los ojos, y te entra el arrepentimiento pero la bala ya ha salido y vete tú y pilla la bala, con lo que corren las balas de ahora. O te la sacas a por el pan y se te escapa un tiro sin querer y matas a un niño. Yo a lo que me refiero es a armas de destrucción masiva y, por supuesto, inteligentes. Porque de lo que no cabe ninguna duda es que los ciudadanos de bien tenemos derecho no ya solo a protegernos de los que no son de bien sino también a esquilmarlos, como se hace en Australia con la superpoblación de conejos. Por ejemplo: los vecinos que hacen obras todas las semanas. Los que echan el vidrio al contenedor a las 5 de la mañana. Los que hablan en las cafeterías a las 10 con un volumen de voz que está a nada de romper la barrera del sonido. Los que llegan a la parada del autobús por la derecha saltándose la cola. Bomba de neutrones y a su puta casa. Quiero decir, volatilizados, como colectivo, que puedas estar en tu cama oyendo cómo el cabrón nocturno de las botellas y de los botes de Gutarra los está tirando al contenedor y con solo pensar toda la vida comiendo sano y verdura para acabar así? le mandes al espacio exterior y con él a quienes estén haciendo eso en ese preciso instante. ¿8, 10, 12 mil menos en apenas 10 segundos? Sobra gente en el mundo. Los de las pistolitas también.