Lo qué será lo que el PP le haya prometido a UPN es uno de esos misterios de la vida que quizás no se desvelen nunca, aunque, quién sabe, a lo mejor en realidad la contraprestación no exista y lo que el PP le ofreció a Esparza fueron sus equis miles de votos que le fueran a caer y nada más, votos que fueran a parar a engrosar esa bolsa común que es Navarra Suma, que más podría llamarse Navarra Resta visto lo que declara Casado día sí y día también: no hay que dar más transferencias a las comunidades y, al contrario, revisar el Estado autonómico, que no es otra cosa que recentralizar más las competencias, pelea en la que también está metido con Cs y Vox. Por no hablar de lo que sin descanso se proclama desde Ciudadanos fuera de Navarra, que es más de lo mismo y con más virulencia si cabe. Esparza ha asegurado a Cs dos escaños en el Parlamento -puestos 3 y 13- y otros 2 a PPN -puestos 4 y 10, este para Javier García, segundo de a bordo de Beltrán y ex CDN-, cuando especialmente el segundo tenía toda la pinta de quedarse fuera al no alcanzar el 3%, y a saber el primero. Esto es: alrededor de un 25% de su representación parlamentaria futura recaerá en partidos que ponen en tela de juicio el Convenio Económico, el autogobierno y la propia esencia de la foralidad, aquella que se supone impulsó el nacimiento de UPN allá por Aizpún. Hay quien dice, no obstante, que lo que le prometió el PP a UPN por sus votos no fue sino llevarse fuera de Navarra a Beltrán para que un futuro pacto de Navarra Suma con el PSN fuese más viable, exiliada ya la aún presidenta al Congreso de Madrid. Y no tiene por qué sonar especialmente descabellado, porque visto lo que ha hecho UPN con su sigla y su historia para esta ocasión y lo que lleva haciendo el PSN desde 1996 nada de eso es descartable. Y es lo que ha pasado siempre (menos en 2015): lo que nos pasa aquí lo deciden en Madrid.