El 71,3% de la población de Pamplona, más de 7 de cada 10 personas con las que usted se cruza por las mañanas, más de dos de cada tres, toda esa gente que usted ve día tras día y que están en su casa, viviendo con usted, o en su familia, o en su círculo de amigos íntimos por los que mataría -voten a quien voten- o en su trabajo, compañeros a los que quiere, respeta y admira al margen de sus ideologías, toda esa gente es anormal. Anormal perdida. Solo un 28,3% es normal. Lo dice Enrique Maya, que es normal, y que tras ver cómo su candidatura era la más votada en Pamplona comentó en esos momentos de euforia en los que como los niños y los borrachos se suele decir lo que uno piensa “los pamploneses quieren un gobierno de personas normales”, como si las personas que han gobernado Pamplona estos 4 años no sean normales y por tanto no sean normales tampoco quienes les votaron. A Maya le votó el 40% de los votantes y el 28% de la población con derecho a voto, así que representa a ese porcentaje de personas, no a más. Lo curioso -y lo terrible- es que eso que se le escapa a Maya por la boca lo piensan muy en serio parte de esos ciudadanos, de voto muy respetable pero con, sinceramente, tópicos mentales muy potentes a desterrar. Por supuesto, esos tópicos también funcionan en la dirección contraria, pero no recuerdo que Asiron ni nadie hiciera menciones así hace 4 años. No sé, la euforia de hace 4 años era lógica porque fue mucho tiempo con gobiernos casi idénticos, mientras que ahora apenas han pasado 4 años y parece que han aguantado un par de siglos. Los normales se han movilizado -los barrios más proclives a Navarra Suma han votado por encima del 75%, los barrios más obreros han estado en el 65%- y creen que han echado a los anormales. Y los anormales vivimos aquí y merecemos un respeto y que nos gobierne, el que sea, sin mierdas idiotas y faltonas de esta clase.