cuando aún no había aparecido su cuerpo, se quejaba en Twitter el periodista Máximo Pradera de que cada día desaparecen en España 100 personas y que no se les hace el caso mediático que se le estaba haciendo a Blanca Fernández Ochoa. Hombre, esto es idiota, porque todos sabemos que una persona famosa -en este caso por sus logros deportivos- atrae siempre mucho más la atención que una que no lo es, es muy sencillo de comprender. De igual manera, cuando ya se había encontrado su cuerpo pero no se sabía que era ella, su propia familia y varios más comentaron que ojalá no se tratase de ella y en las redes sociales ya surgieron las voces tipo “claro, pero si no es ella es otra persona y esa persona también tiene familia y amigos y?”. Sí, si llega a ser otra persona esa persona también tiene familia y amigos y es idéntica pena, pero a los seres humanos normales no se nos puede pedir que sintamos la misma impresión por la muerte de alguien a quien de algún modo conoces que con la muerte de quien no. El valor de su vida es igual, comprendes igual el dolor de sus seres queridos, te puede impactar igual o más la historia de cualquier anónimo, pero un caso así te impresiona más si la persona es conocida y, como en este caso, conocida por aportar alegría y logros deportivos, una persona recordada con cariño por quienes la vimos competir. No sé qué sentido tiene cada vez que pasa algo así tener que andar con estos discursos, cuando si se muere tu vecino te da más pena que con alguien que no conoces, Pues esto es igual: no la conoces pero en algún momento has compartido algo con esa persona. En 2017 murieron en España 1.500 niños o niñas menores de 9 años. ¿Nos partimos en dos por todos esos fallecimientos como por la muerte de la hija de Luis Enrique? No. Y todas esas muertes son igual de terribles, pero cansan esos quejicas perpetuos que le buscan 600 pies a cada gato.