Estamos en noviembre de 2019, en nada ya es 2020 -¡oh, los felices años 20!-, no se puede estar hablando en una nota de prensa -para comentar la cifra de paro registrado de este octubre- de 2013 o de afiliación a la Seguridad Social de 2014, como hizo el martes el Gobierno de Navarra. En febrero de 2013 se alcanzó el pico máximo de paro y en enero de 2014 la mínima de afiliados a la SS, pero son datos que ya huelen a rancio casi en 2020. Aquello ya pasó, aquello ya fue, el martes el paro registrado habló y dejo 1.421 personas paradas más en Navarra. Dijo la Consejera de Asuntos Sociales -me pasma que no haya una consejería específica de Empleo y sí muchas políticas económicas y laborales repartidas entre varias- que “no hay motivo para ser alarmistas”. Bueno, la alarma ya está encendida hace lustros, porque alarmante es que llevemos más de 10 años -11, en concreto- con más de 30.000 personas paradas registradas, lo que es un 10% de las personas que se declaran activas en las encuestas del INE. Es un paro estructural del que no bajamos y con una altísima tasa de contratos temporales. ¿Alarmismo? Un poco de cuidado con las palabras, un poco de cuidado, porque ustedes los funcionarios igual a veces lo olvidan pero en la calle las gentes caen como moscas y una vez que te caes igual no te levantas otra vez. En alarma estamos hace mucho, por mejor que comparativamente estemos con respecto a otras comunidades y al resto de España: 31.858 parados es una enorme bolsa de personas sin empleo, no hay nada de lo que vanagloriarse, sí muchísimo trabajo que hacer y no andar cada dos por tres recordando lo mucho que se ha mejorado desde 2013. Sí. Y desde el medievo, pero ahora estamos donde estamos y estamos bastante estancados hace tiempo. ¿Mejor que otros? Mucho mejor. Pero los que trabajamos. Los que no, están igual o peor que en otras partes. En alarma diaria. Y son muchos.