El París 365 necesita ayuda, ayuda de cada uno de nosotros, ayuda institucional y ayuda social. El París 365 es una de esas muchas iniciativas loables, admirables y buenas en sí mismas que surgen del corazón y del esfuerzo de una serie de personas que se preocupan por los demás para apoyarles cuando más necesidades tienen. No es mejor que otras ni peor que ninguna, pero está haciendo un llamamiento para que el estado de sus cuentas, en déficit, pueda remontar para continuar ofreciendo los servicios que presta en las condiciones de calidad y dignidad en que lo hace. El París 365 ha dado cientos de miles de comidas, cenas, desayunos, kits, ayuda para alojamiento, para estudios, para trabajo, ropa, a miles de personas que han pasado o sobreviven en esta rica ciudad. Sin rehuir la posibilidad de la autocrítica, comentaba uno de sus fundadores, Patxi Lasa, que no cree que la situación haya venido dada por querer abarcar más de lo que inicialmente se puso en marcha, sino por el enorme abanico de opciones solidarias que han surgido en los últimos años. Y es cierto, cuando el París arrancó en 2009 era una novedad en una sociedad opulenta que venía de lustros de atar a los perros con txistorra de Arbizu y con la crisis y lo peor de ella en el quinquenio 2009-2014 surgieron cientos de pequeñas, medianas y grandes iniciativas que, sin pretenderlo, saturaron el mercado. Porque también hay un mercado de la bondad. No es estrictamente un mercado. Más bien un escaparate. Y en ese escaparate -en el que por desgracia esas iniciativas han de competir- cada vez había más y más y más. A la vez, y es cierto, a los que nos sobra se nos pasó algo el afán solidario. Ni loco pondría a ninguna por encima de otras, pero es el París el que ahora pide nuestra colaboración y aquello que se ha demostrado efectivo, serio, duradero y honesto ha de ser cuando menos peleado. Ojalá salga a flote.