yer sacaron a la luz los fenómenos de Pantomima Full -para quienes no los conozcan son dos humoristas que comentan temas diversos en sketchs de 1 minuto- el asunto de los quejicas. Ese o esa especimen que se ha convertido aunque ya lo fuera en el epítome de la queja, la sospecha, el policía secreta, el crítico con todo: el gobierno lo hace todo mal, lo hizo mal al cerrar el 14, lo hubiese hecho mal al cerrar el 7, son unos inútiles, somos los que más nos engañan con el material, habrá comisiones fijo, nos han tenido confinados para nada, la desescalada es una puta mierda, están dejando a las empresas en la ruina, si a la gente le dejas salir en un día te lo jode todo y ya me veo confinado hasta el 2022, el sábado va a haber gente que salga a pasear a las 8, con el padre dependiente a las 10, con el hijo a las 12 y a correr a las 20, nos mienten con todo, nunca sabremos lo que ha pasado de verdad, ya está ahí el puto Simón otra vez -se ven las comparecencias de Simón con más interés que nadie-, esto con un centro de mando único hubiese sido mejor, quizá habría que gestionar un poco más cada territorio puesto que conocen mejor las especificidades -esto de una hora para otra-, a mí no me van a callar la boca diciendo eso de que ahora es momento de remar todos juntos, ya verás en cuanto nos digan que podemos salir como nada cambia y vamos a ir a peor con todo, ¿habéis visto el PIB, habéis visto el PIB? Lógicamente, casi todas estas afirmaciones y muchas más pueden ser -y de hecho lo son- válidas en parte o en todo, cogidas de una en una e incluso en bloques. El problema -bueno, no es un problema, salvo si lo tienes metido en casa y sin bozal- es cuando eso es permanente, sin filtro, contradictorio y, especialmente, tan negativo, tan sumamente negativo. Esta pandemia también ha mostrado a las personas que son un virus en sí mismas. Y eso está bien siempre.