spaña nunca ha sido una potencia mundial en lanzamientos. Tuvimos en su día a Manolo Martínez en lanzamiento de peso, bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, pero no ha habido mucho más brillando a nivel internacional. Eso a la hora de lo que se llama lanzar. A la hora de lo se llama echar somos líderes mundiales claros en varios apartados. Uno de ellos -quizá en el que nuestro liderazgo es más incuestionable- es el de echar la culpa al gobierno. Da igual qué gobierno sea: tiene la culpa. Incluso aunque haya varios gobiernos y administraciones trabajando de manera solapada y de distinto signo político: la responsabilidad es solo suya. Está pasando con esto del coronavirus, alcanzando sin duda su máxima expresión. Lógicamente, lejos de mi intención negar la obvia implicación de los gobiernos en asuntos de esta clase, pero cualquiera con cierta capacidad de dejar un rato sin voz al tertuliano de bar que todos llevamos dentro -dentro, fuera y por los costaos- supongo que logra atisbar que quizá, solo quizá, el problema sea general. Vamos, del país, de todos los que lo conformamos y estamos en él de una manera estable. Porque es altamente improbable que nos haya tocado el gobierno y gobiernos de comunidades y ayuntamientos y entes de toda clase más inútiles del planeta. Y, si ha sido así, es por tanto obvia nuestra responsabilidad colectiva al haberlos puesto ahí. Y, de no ser así, también es obvio que, ya sea por estructura social, usos, costumbres, carácter, tipo de economía o por todo ello junto, si somos el país del mundo con una segunda ola más destacada -aunque muy lejos, por ahora y afortunadamente, de la primera ola- algo tendremos que ver los de a pie, por no decir que tendremos mucho que ver o directamente muchísimo. Sin ánimo de ofender, ¡eh! Pero es que resulta tan obvio que a veces lo que es tan obvio se olvida muy fácilmente.