antuve el otro día una entretenida charla tuitera con una lectora al hilo de las imágenes del vehículo de un matrimonio de Castejón que falleció al caer al Canal de Lodosa la semana pasada. Las imágenes fueron publicadas en la cuenta de Twitter de Bomberos de Navarra y yo comenté que me parecían imágenes innecesarias si las veían familiares o amigos. No eran imágenes de los cadáveres ni nada especialmente morboso, pero ése es mi sentimiento y más si provienen de una cuenta que es un servicio público. En cuanto haces algo así, enseguida te saltan algunos a pedir que eso mismo lo comentes en el medio en el que trabajas, en mi caso éste, donde también salieron esas imágenes -salieron en todas partes, en unos sitios en portada, en otros dentro, en webs, etc-. Es también algo habitual que nos pasa a los periodistas y que no sucede a otros gremios: te piden que te manifiestes públicamente sobre cosas de tu trabajo que no te gustan o que, más que no te gusten, tú harías de otra manera, equivocada o acertadamente. Como si yo le fuera al camarero y le dijera: majo, ahora métete en Twitter y da cera a tu bar. En periodismo hay miles de maneras de entender la profesión y cada una de las cientos de cosas que la componen y que a mí no me guste ver publicadas imágenes de accidentes, etc, no lo considero ni de lejos una crítica a un medio, puesto que no se supera ningún límite moral, al menos en el caso que nos ocupa. Es algo completamente normal y asumido: cada periodista tiene su manera de ver cada cosa y no pasa nada, puesto que también es comprensible que lo noticiable es un coche caído en un canal y que acompañar eso con una imagen es igualmente periodismo, algo que se lleva haciendo décadas. Lo que me resulta curioso es ese tic que tienen algunos ciudadanos de pedirnos a los periodistas que nos pongamos en situaciones en las que ellos jamás se pondrían.