yyy. Ayer volvieron a reabrir parte de los interiores de bares y restaurantes, de aquellos que quisieron y pueden y de aquellos que han logrado superar este año mierdoso a más no poder. Ojalá sea la última vez que reabren. Si ya no reabren más es que no ha sido necesario cerrarlos de nuevo. Pero, con toda la alegría que eso supone para cualquiera a nada que pasee por su ciudad o su pueblo y por supuesto pensando en los currelas y en la economía personal y general, no deja de generar un nuevo suspirillo, a la espera de que sepamos controlarnos y las cifras de contagios no se desmadren, como es obvio que han subido en las dos ocasiones anteriores en las que había establecimientos abiertos -cierto es que con otras situaciones, no solo ésta de hostelería abierta- y que ha bajado cuando se han cerrado -aunque también en este caso con prohibición de reuniones de no convivientes, toque de queda y otras restricciones-. Pero parece más que claro que la hostelería, por la propia naturaleza de la actividad, eleva el riesgo, como así demuestran estudios y expertos de todo tipo, así como el sentido común desde que sabemos que el virus se puede quedar flotando en espacios cerrados por varias horas y que estar en esos espacios cerrados bajando y subiendo la mascarilla ofrece más riesgo que en un sitio en el que no se quita uno la mascarilla para nada. Luego podemos minimizar con distancias, ventilación, etc, etc, tal y como se hace, pero es la propia actividad la que eleva las opciones. Conocido eso, sabiendo también que en Navarra más que una 3ª ola hemos tenido un pico -máximo de casos diarios por semanas fue 226 de 18 a 24 de enero, cuando de 26 de octubre a 1 de noviembre fueron 538, con 420 ingresados en hospital, mientras que el tope en enero fue 209- y que esto va por ondas, a ver si entre todos logramos no tener una 4ª o que si sube algo no se le pueda llamar ni ola.