mi tía una de las cosas que más le gustaba era cruzar el río por encima del cemento que hace muchos años tiró Juan Martín para pasar con el tractor y meterse hacia la izquierda, al cascajo de piedras que amontona el Irati. Se llevaba una colchoneta, una toalla, alguna revista y el paquete de tabaco y allá se podía pasar horas. De vez en cuando se levantaba y si había llevado tijeras cortaba unas hierbabuenas o algunas flores para llevar luego a casa y si era día de mucho calor se metía al río por donde las corrientes y nos hacía pasarlo mal porque en las corrientes hay bastante musgo y está resbaladizo y las piedras además están muy pulidas y aunque lleves 75 años circulando por ese terreno el peligro de darte un trompazo no te lo quita nadie. Le gustaba mucho eso y hablar con unos y con otros y luego marcharse andando hacia el pueblo de charla y después volver a casa para hacer las mejores tortillas francesas del valle o ya en los últimos años de su vida dejar que se las hiciésemos nosotros a ella. Estaba justica, pero en septiembre nos pilló su muerte de sorpresa, como si hubiese sido un resbalón tonto en el río, que sabes que puede pasar pero que ni mucho menos te esperas. Es curioso: cuando se van tus mayores no te acuerdas apenas de esos últimos años en los que ya sea física o anímicamente o ambas cosas no han estado bien, sino que lo que se te aparece cada dos por tres es tanto su ausencia como su presencia cuando estaban en pleno apogeo. O la sensación de su importancia en tu vida. Y el vacío. Va a ser el primer verano sin ella, aunque ya el pasado no pudo ir al pueblo por el miedo al virus, así que como pasó antes con madre y abuela y abuelos y tíos se nos aparecerá en cada esquina y tendremos que pestañear fuerte. Ha sido un curso muy largo. Seguro que el verano nos refresca. Que ustedes tengan el mejor verano de sus vidas, nos vemos tras cruzarlo. Salud.