l pasado jueves 9 y viernes 10 se desató una riada enorme de Pamplona hacia arriba en todas las direcciones. Muchos ríos se desbordaron y fue imposible retener esa fuerza devastadora. En mitad de ese marasmo, el pantano de Eugi, en la cabecera del Arga, fue capaz de soportar durante horas el embate de lo que le llegaba y no soltar excesivos metros cúbicos por segundo de agua al cauce del Arga, pero a las 5 de la mañana del viernes 10 tuvo que sucumbir al acercarse a su tope y comenzó a soltar 60, 70, 80, 90 y hasta un pico de 110 metros cúbicos por segundo.

Antes, desde el 5 de diciembre, Eugi había ido vaciando su volumen en previsión, pero lo que vacío no fue suficiente y la subida de lo que le entró fue muy superior a su capacidad de retener. El asunto es que el 25 de noviembre Eugi estaba al 55% de su capacidad y subió hasta el 86% para el 5 de diciembre, bajando al 79% el jueves 9 de diciembre -día de la riada- a las 6 de tarde y subiendo al 90% a las 6 de la mañana del 10 -subió 11% en apenas 12 horas-.

Sin pretender culpar a nadie de nada, la pregunta es: ¿por qué no se vació mucho más antes del 5 de diciembre y se le dejó llegar al 86% y llegar al 9 por la tarde al 79%? Eugi supone una quinta, sexta o séptima parte de la riada en Burlada, Pamplona y Villava, pero puede suponer el 30-60% de la riada en Huarte, donde el Ulzama no tiene nada que ver. Los vecinos de Huarte y más arriba están en su derecho de saber por qué ese pantano está tan alto justo antes de que se desaten los demonios. La riada en Huarte no fue cosa de Eugi, pero sí reactivó y alargó. Eugi lamina muy bien riadas y lógicamente sin Eugi las riadas serían peores, pero es que para eso está entre otras cosas construido. Ahora hay que saber por qué a veces parece contar con tan poco colchón para retener. El Gobierno de Navarra nos debe a los ciudadanos esa pregunta a quienes lo gestionan.