e fascina la facilidad con la que los medios occidentales son capaces de afirmar cuestiones que ni siquiera periodistas en el terreno de la invasión ucraniana son capaces de afirmar. Los combates, la acción, tienen lugar en decenas de lugares a la vez y en circunstancias terribles, así que no suelen ser muchos los ojos que pueden ver de primera mano quién hace qué, cuándo y cómo, aunque hechos concretos puntuales sí. Se suele decir que en las guerras la primera víctima es la verdad y no creo que esta sea diferente. Digo porque a lo largo de estos días en la prensa occidental absolutamente todos los incumplimientos han venido del lado ruso, con el que tengo la misma simpatía que cero. Y, claro, eso no te termina de cuadrar. No te termina de cuadrar que les interese de una manera indiscriminada bombardear los corredores humanitarios, masacrar civiles sí o sí o lo que sea: todas las atrocidades que podamos imaginar. Al inicio de la invasión vimos un misil golpear un edificio residencial de Kiev. Para la historia ese misil ha quedado como ruso. Era una defensa antiaérea ucraniana. Imagino que habrá más ejemplos, como los habrá en la prensa rusa al revés, claro. Quiero decir que resulta muy complejo por no decir imposible asomarse a ninguna prensa y tratar de hacerse una idea de qué sucede, más allá de los grandes movimientos, las declaraciones y las negociaciones, puesto que ni siquiera las organizaciones internacionales dan pábulo a ciertas cuestiones, como lo manifiesta el hecho de que la mismísima Cruz Roja acusara tanto a Ucrania como a Rusia de incumplir los alto el fuego y poner en riesgo los corredores humanitarios. Estamos en unas semanas tan densas, tristes, inquietas y duras como pocas veces en el último medio siglo. También para saber qué pasa de verdad, más allá de la atrocidad que todos sabemos que supone el ataque ruso.