e oído a Nacho Calvo, de la Asociación de Hostelería, solicitar la ampliación de terrazas de los bares en nombre de la crisis que se avecina. Creo que, en este sector, como en el resto de sectores, hay que distinguir a la patronal de los currelas precarizados; a los que generan plusvalía acumulativa de los que se comerán el marrón de este virus inclemente. Y están los hosteleros autónomos, que son lo más parecido a esa clase obrera que autogestiona su propia inseguridad. Creo que a esa mano de obra hay que protegerla hasta con los dientes. A esas profesionales hay que rescatarlas de verdad. Pero de ahí a generar diferencias de trato y favor respecto otros sectores comerciales, no. Me explico. Por qué extraña razón o privilegio debemos ampliar aún más las terrazas de los bares y no podemos ampliar las posibilidades de exposición y negocio de Cipriano, o Arrasate, o Irigaray, o Abarzuza, o La Casa del Libro, o Layana, o Casa Ortega, o Ardanaz, o López, o pastas Beatriz, por poner ejemplos. Estas tiendas, junto a las farmacias, las carnicerías, las panaderías, las fruterías, y todo el pequeño comercio de cercanía del Casco Viejo, como el resto de pequeñas tiendas de la ciudad, han estado ahí, están todavía, generando un auténtico huracán de solidaridad intravecinal, creando redes de ayuda mutua y posibilitando estrategias de socorro y colaboración comunitaria como nunca antes se habían visto en el barrio. Todas esas tiendas de cercanía ya sufrieron antes otras pandemias, la de las grandes superficies y otras de orden urbano y estructural. Y ahora padecen la amenaza de las ventas por Internet con la colaboración bastarda de nuestras compras irresponsables. Pero siguen ahí, sin aplausos, peleando contra una adversidad como quien se hunde en las aguas de su tristeza. Esas tiendas sí se merecen un rescate, un blindaje económico y vecinal. Porque mientras con una mano levantan la persiana, con la otra reparten cada día sus productos de calidad entre un vecindario confinado.

No sé si cambiaremos de vida. Pero este barrio, y la ciudad entera, se merecen un antes y un después. Un algo que cuestione la reapropiación capitalista de la ciudad para que todo siga igual.