ay verdades que palidecen mientras celebramos la marcha triunfal del sistema. O simplemente, realidades que mejor no removerlas. Porque con gestionarlas vamos sobraos.

En medio de un ciclo político de reevangelización, anodino, banal, adornado de discursos entreguistas, donde la izquierda, en general, solo juega para ser vista y sin voluntad de transformación, la vida, lo que es la puta vida, mejor ignorarla. No sé, pareciera que todo dios se conforma con que el viejo mundo pueda ser traído de regreso a la vida, aun a sabiendas que este ya ha colapsado.

No me explico como nadie siente una rabia seca y saca la recortada al saber que en España, o como usted quiera llamar a este lodazal, viven, según la última Encuesta de Condiciones de Vida, 12,5 millones de personas en riesgo de pobreza. El 27,6% de la población, toda una masa sumergida en hielo. Y de esa millonada aún hay gente que las pasa más putas. Y es que 4,5 millones de ciudadanos que habitan en esta España que solo aspira a movilizarse por una terraza y poco más, son pobres de solemnidad, vamos, que malviven con 281 euros al mes. Y no viven lejos. En esta pamplonadetodalavida, 25.000 personas padecen pobreza severa. Y ser pobre aquí, por mucho que presumamos de tener el menor riesgo de pobreza del Estado, es muy jodido. Ser pobre aquí es el doble de chungo que en Teruel.

En estas estaba cuando me preguntaba si tanta desigualdad es una necesidad congénita del sistema que busca la felicidad de la mayoría, o si esto lo aceptamos como un mal menor ante la inevitable ausencia de alternativas. O más aún, si este pozo séptico solo se rige por principios darwinistas donde Friedman le ha ganado la partida a Keynes. Y llegó la respuesta: el alcalde Maya, un hombre que se mueve entre el eslogan y el artículo de fe, va y propone tres días más de farra sanferminera. Y es que la vida es una fiesta.