Ya sabemos qué es la euskarofobia. Yo esta semana he aprendido otro concepto muy interesante: logofagia. Este sería el acto a través del cual una cultura mayoritaria asimila a otra minoritaria imponiéndole su lengua y su cultura, quitándole su función social a la primera y folclorizando la segunda. Esto lo explicó muy bien ayer en el Condestable Jorge Lemus, lingüista, investigador y Premio Nacional de Cultura de El Salvador por su trabajo sobre la lengua náhuat pipil, que esta semana está en Pamplona invitado por el colectivo El Salvador Elkartasuna.

Lemus explicó que de los 7.000 idiomas que se hablan en el mundo, la mitad desaparecerán en los próximos 100 años. Cada tres semanas muere una lengua. Y cada vez que muere una lengua se lleva consigo su cultura y su forma de ver y entender la vida. Sólo 359 idiomas son hablados por más de un millón de hablantes. Uno de ellos es el euskera que anda ahí, justillo.

En Navarra ya sabemos que solo un 13% de la población total habla habitualmente en euskera, (un 25% en el caso de los menores de 24 años). Sabemos también toda la presión, persecución y castigos que han sufrido sus hablantes sistemáticamente en estos últimos 300 años. Conocemos muy bien que el esfuerzo por mantenerla activa en todos los frentes es titánico para una comunidad tan reducida. Por eso es especialmente hiriente escuchar a la señora Jurío decir que Navarra no es bilingüe. No lo son todas las personas que viven en ella, pero sí la Comunidad. Y también revuelve el estómago ver cómo la derecha, con el apoyo del PSN, retuerce las palabras y los cerebros para convencer a la gente de que aquí la lengua logófaga es el euskera, que se quiere imponer sobre el castellano. ¡Como si pudiera!