Admitámoslo, en el PSOE están contentos. A nivel nacional, quiero decir. Contentos y un poco perplejos. Aunque, ¿quién no está un poco perplejo en estos tiempos? Yo llevo perplejo casi veinte años. Al final, te acostumbras. De hecho, sospecho que ya no sabría vivir de otra manera. Pero lo del PSOE, ¿quién lo iba a pensar? Sánchez es un personaje de ficción. Un tentetieso indeformable con la sonrisa pintada. Su partido lo condenó al ostracismo. Los barones y baronesas se cebaron con él. Lo tiraron de cabeza por el barranco. Y allí se quedó: triste y solo. ¿Quién iba a pensar que apenas dos años después se iba a hacer con el poder del partido y la presidencia del país? Nadie. Eso no lo pensaba nadie. Los dinosaurios todavía están flipando. Lo que quiero decir es que, al PSOE, Navarra no le importa mucho, ¿para qué nos vamos a engañar? No le ha importado nunca. En una escala de uno a siete yo digo que le importamos un dos. El PSOE está midiendo sus apuestas. Ahora están en eso. Están excitados. Están convencidos de que pueden negociar con ventaja. ¿Qué van a hacer con Navarra? Pues harán lo que les convenga, ¿no? Un día insinúan una cosa y al día siguiente sugieren la contraria. Jeje, esto es como el póker, amigos, hay que saber mentir. De todas formas, el PSOE se porta de un modo desleal con esta comunidad. Lo ha hecho siempre. Es decir, han jugado a eso: primero el PSN se pone estupendo en campaña y luego viene el tío de Ferraz con la rebaja. Las líneas rojas y blablabla. Esta vez, todos entendimos que el PSOE se iba a desadherir de UPN. Parecía que ya sí. El mensaje era claro. Era literal. Y muchos le dieron su voto por eso. Repito: muchos le dieron su voto confiando precisamente en eso. Navarra es un puzle raro, ha dicho Ábalos. Y puede que lo sea. En el PSOE están muy contentos y, admitámoslo, Navarra no les importa un pimiento.