De vez en cuando ocurre algo muy excepcional. En general, estamos hartos de tener que asistir siempre como espectadores pasivos a la constante exhibición de todo tipo de simulacros, cinismo y abyección política en los medios. Y ya nunca nos vamos a librar de eso, me temo. De hecho, lo más probable es que vaya a más. El ojo se cansa de ver y el oído de oír (esto ya lo dijo Salomón hace tres mil años). Pero de vez en cuando, afortunadamente, hay excepciones reveladoras que uno se enorgullece de poder apreciar. Como Zubiak, por ejemplo. Zubiak es un documental que Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas presentaron en el último festival de cine de San Sebastián y que ya desde esta semana ha podido verse por televisión y en cines. Es el primero de una serie de siete episodios que bajo el título de ETA, el final del silencio, aborda la cuestión del terrorismo y sus perversos efectos en el pueblo desde la perspectiva de las víctimas directas. Está hecho con la máxima sensibilidad y transparencia, tanto en el planteamiento como en la imagen. Y a mi entender posee una especie de grandeza sencilla e inédita que te deja sin habla. El punto álgido de Zubiak lo representa una larga, pausada y a la vez emotiva entrevista entre Maixabel Lasa y el asesino de su marido. No hay ficción. No hay literatura ahí. En todo caso, la frágil y luminosa poesía de la verdad. Porque no te queda otro remedio que creerte lo que estás viendo. Y tratar de ponerte como espectador a la altura de la difícil y casi imposible compresión humana que descubres ahí. Es una de esas obras que nos mejora como espectadores. Porque nos hace crecer para entender. Yo no había visto nunca antes una cosa así. No sé si se habrá hecho algo parecido en otras partes del mundo pero lo dudo. Si el resto de los capítulos se acercan un poco al nivel del primero, creo que habría que pensar seriamente en proyectarlo en universidades e institutos desde ya.