espués de estos tres meses de paréntesis surrealista, estoy intentando volver a ser yo mismo. Pero no es fácil. He visto tantas películas y series de ficción que ahora mismo no tengo claro quién soy. Abro el periódico buscando un poco de realidad y leo que el exministro Fernández Díaz afirma que el Papa Benedicto XVI le ha comunicado en privado que Satanás quiere destruir España, porque el diablo siempre ataca a los mejores y España es de lo mejor. Miro a ver si es un bulo, compruebo que no lo es y me voy a dar unas vueltas en mi taburete giratorio a ver si me mareo del todo y vomito lo antes posible. Luego pongo sin querer el telediario y oigo que un cardenal valenciano llamado Cañizares ha dejado atónitos a los fieles de su parroquia diciéndoles en medio de una misa que la vacuna del coronavirus se está fabricando a base de fetos abortados. Lo mismo, compruebo que no es un bulo y meto la cabeza en el frigorífico con la esperanza de que el tufo a gambas me acelere las náuseas y me libere un poco. Al cabo de un rato, enciendo la radio tratando, más que nada, de olvidar y me cuentan que Miguel Bosé asegura que el presidente del gobierno ha hecho un pacto secreto con Bill Gates para producir vacunas que porten nano-robots con el fin de introducirlos en nuestros cuerpos y obtener todo tipo de información de la población mundial. Vale, menos mal que ya es la hora de empezar con los cacahuetes y las drogas legales. Se puede llegar a lo más alto siendo un estúpido: esa es la humilde conclusión a la que llego después de un par de tragos y algunas caladas (disculpen la tardanza). Se puede llegar a ministro siendo un imbécil. Se puede llegar a cardenal siendo un malvado. Se puede llegar a Papa siendo un loco. Y se puede llegar a ser Miguel Bosé siendo cualquier cosa. Lo importante es la ventaja con la que parten, nada más. Pero qué tóxicos pueden llegar a ser sus delirios y con cuánta soberbia y afán de protagonismo los difunden, los insensatos.