¡Bingo! La principal vocera contra el aborto está casada con el pionero abortista por excelencia. Subrayo su alto rango en tal batalla porque no es que ella dudara sobre el asunto y él ni se mojara, no: si por algo son populares es porque han sido adalides rocosos, y beneficiarios económicos, de una postura y de la contraria. Quiero pensar que incluso se conocieron y solazaron en esa barricada, como si sus tertulias de la tele fueran La vaquilla, pero sólo sé que él fue comunista y acabó en Vox, vamos, lo normal, y ella era de Vox antes de que naciera Vox.

Mariano Guindal le preguntó a una actriz si su papel de puta en una comedia se correspondía con su vida privada. Eso es una barbaridad. No lo es preguntarse cómo se compagina la denuncia pública del juego con la plácida siesta con un tahúr. O si se prefiere: cómo cabe ser charcutero y enlazarse no con una vegetariana común, sino con quien abraza a los cerdos camino del matadero y se manifiesta contra Don Jamón. Basta recordar sus infinitas declaraciones sobre la interrupción del embarazo para concluir que confundieron la media naranja con la media verdad. Lo suyo, más que discrepancia ideológica, siempre tan nutritiva, parece elección de campo en un derbi.

Ella se ha justificado arguyendo que “cada persona es un sujeto independiente”. Yo me conformo con que cada sujeto independiente no lo sea tanto de su discurso, no vaya a caer en esa paranoia totalitaria de tener ideas propias y estar en desacuerdo con ellas. En fin, ya que está lejos Londres para cometer tan espantoso crimen, aquí está la clínica de mi marido para ayudarte en esa mera intervención ginecológica. Niquelao.