Navarra + -producto energético de síntesis- no asegura llegar a la meta del Gobierno. Ni foral ni municipal pamplonés. Necesita articular su particular cuatripartito, vocablo que han pronunciado siempre con hostilidad y desprecio. Por acción o por omisión. Los 20 escaños son en realidad un efecto placebo: camufla que UPN tiende al declive. En 2011, y en solitario, tuvo 19 escaños. La derecha llegaba entonces a 23, con 4 del PPN. Ahora, las tres derechas parlamentarias fundidas en una suman 20. La experiencia de 2015 fue traumática: UPN cayó a mínimos históricos, el PPN perdió la mitad de su representación, Cs no llegó al 3% del voto. Hoy, la suma de flaquezas aparenta fortaleza. El PSN, exultante y excluyente con sus 11 parlamentarios (Esporrín en modo karaoke desaforado), no hace sino salir de la UCI para recuperar el suelo en el que estaba desde 1995, cuando presidió un cuatripartito, se descubrió su cuenta suiza y entregó el poder a UPN. Recuerden sus eufóricos dirigentes que en 1991 -con UPN/PP recién fusionados- estos sacaron 20 y los socialistas, 19. La hemeroteca es muy cabrona. Ante el gobierno “progresista y plural” que ahora reclama el dueto Barkos-Chivite, el descalabro de Podemos ha sido revitalizador para el PSN y anémico para el proyecto común. La lista más votada es superable. El único inconveniente es el veto del PSN a EH Bildu. Salvo que reciba sus votos o le favorezca su abstención. Cínico. En 1979, el PSOE tenía en Pamplona 5 de 27 concejales. HB (7) hizo alcalde a Balduz. Patxi Zabaleta, primer teniente de alcalde. El terrorismo, activo. HB, independentista. El PSN quiere presidir el próximo gobierno como alternativa a la derecha. Necesita la abstención de Bildu. Y si este se aviene a favorecer un gobierno foral encabezado por la segunda fuerza parlamentaria, será razonable que reciba apoyo para la Alcaldía pamplonesa como segunda fuerza municipal. Que la derecha pueda gobernar, responsabilidad de Chivite.