El alcalde de Pamplona anuncia la recuperación de la pasarela del Labrit, sin carga económica para la ciudad. Para lo primero, se apoya en un informe técnicamente solvente, de talante conciliador y políticamente cocinado al gusto. Para lo segundo, en la conjetura de un acuerdo con las aseguradoras. La prueba de carga ha sido presentada como determinante en las conclusiones finales del informe realizado por el Colegio de Ingenieros. No se hizo en su día antes de la inauguración en diciembre de 2010, cuando la alcaldesa Barcina tenía prisas electorales por su candidatura a la presidencia del Gobierno y el actual alcalde era director de Urbanismo. Un proyecto con deficiencias, una construcción incorrecta y una inspección municipal inexistente o incompetente.

El Colegio de Ingenieros ha querido reconocer, "desde una visión constructiva, la tarea desarrollada por proyectistas, constructores e informantes". Vaselina antifricciones. La infraestructura está cerrada al público desde septiembre de 2016. Los autores han practicado inspecciones, pruebas y ensayos y revisado toda la documentación disponible. Las deficiencias observadas requieren de mejoras en la cimentación de los puntos de apoyo (Media Luna y Jito Alai), de refuerzos metálicos y realización correcta de las soldaduras en la estructura, y de nuevo pavimento con mejora del drenaje.

Digamos que la pasarela era pura fachada, con esqueleto frágil. El presupuesto asciende a 380.000 euros, sin IVA. Siempre informes técnicos mediante, la alcaldía de EH-Bildu se obstinó en el propósito político de derribo de la pasarela un icono urbanístico de UPN y la alcaldía de Navarra Suma se empeña en su recuperación y mantenimiento. El puente es útil y armoniza con el entorno amurallado. Pero debiera sustentarse sobre dos pilares fundamentales: la depuración de responsabilidades y la ausencia de carga futura a las arcas municipales. Lo contrario sería columpiarse con su balanceo.