logio de la asamblea. Todo dirigente o aparato de poder adorna con una orla asamblearia su presunto talante democrático. Estamentos sociales, políticos, económicos, religiosos; también deportivos. Una artimaña común. La asamblea es la máxima expresión de sometimiento a la base social. Pleitesía a los auténticos soberanos. Placebo de apertura y transparencia. La asamblea de compromisarios de Osasuna está caliente. Por reciente renovación y por quejas procedimentales. La idea del reglado "control de la asamblea" se retuerce para que su capacidad de control esté controlada. Maniobras torticeras. La disidencia está bien en el escaparate público, no en la hoja de conclusiones. La oposición nos hace fuertes mientras nuestras tesis tengan garantizado su éxito. Unas cuantas voces críticas, agudas e incisivas, hasta impertinentes, maquillan la aclamación prefabricada. Los carteles de voto contrario disimulan una riada de adhesiones. El espíritu de equipo peleón no se quiere trasladar a la asamblea. Ahí basta con unos cuantos que toquen bien las pelotas. Una conveniente minoría laboriosa, pertinaz e incómoda, a pesar de su derrota garantizada. Un esporádico rictus de malestar en las expresiones faciales de la Junta resulta fotogénico. Sin el almíbar de una sesión de juegos florales. Quizá esta vez a la directiva se le haya ido la mano en la selección de personal en la construcción de su propio "muro rojo" defensivo. Como tiene que ser. Las nalgas directivas no están para aposentarse en asiento de faquir. Sillón confortable y anatómico para permanecer en el cargo el mayor tiempo posible. Y si hay prórroga mediante modificación estatutaria, mejor aún. Sobre todo para los marionetistas del presidente. Las tempranas deserciones éticas de electos afean aún más la operación orquestada. Así como algunos rechazos previos a colaborar en la martingala. La masa social está para animar y para exigir. A los de corto y a los que van de largos.