tro esporrinazo. Al alcalde Maya le cayó el Gordo de víspera. Por fin, en su sexto año como presidente de la Corporación Municipal, consigue sacar adelante unas cuentas municipales. Aun a costa de recular en actuaciones hechas y sustentadas en sus principios más combativos (Padre Moret, Pío XII, Amaya, memoria histórica). Si me conviene, tengo otros. La prórroga fue tónica en su anterior periodo de alcaldía, y así empezó el actual. El PSN maneja dos bombos: los premios gordos del foral, para Chivite; la pedrea vistosa del municipal, para Esporrín. El mismo partido que asumió la presidencia del Gobierno por cortesía de Bildu y que evitó corresponder a Bildu con la presidencia del Ayuntamiento. Tan minoría mayoritaria era el PSN en el Parlamento (11 de 50) como la izquierda abertzale en el Consistorio (7 de 27). Se esperaba transversalidad para evitar la gestión del conglomerado de derechas. En el Ejecutivo han desoído los cantos de sirena de Navarra Suma: apoyo por abstención a cambio de no negociar con Bildu. En el Ayuntamiento se han dejado seducir por una negociación bilateral excluyente. Lo del presupuesto de Navarra, una rareza oportunista; lo de Pamplona, nostalgia de la rutina. UPN y PSN acumulan muchas complicidades históricas y algunas en esta primera mitad del mandato de Maya (escuelas infantiles, euskera, equipos preventivos). El documento del actual acuerdo podrían haberlo firmado sobre la inútil pasarela del Labrit, en situación administrativa tan inestable como su estructura. En el contoneo de los protagonismos, Maya desluce a Esparza y Esporrín evidencia las servidumbres de Chivite. La presidenta rechazó los “vetos cruzados” y la portavoz municipal ha tolerado que le crucen un veto. Podemos cada vez puede menos, I-E caduca como coalición, y Geroa Bai cruza miradas de soslayo entre el PNV y los socialverdes de Barkos. Mientras, EH-Bildu percibe las complicaciones internas de su pragmatismo. Niebla en el horizonte.