a trama urbana constituida por la plaza del Castillo, la avenida de Carlos III y el paseo de Sarasate, estratégica en el mapa capitalino, podría haber sido mucho mejor tratada por los respectivos proyectos urbanísticos de gobiernos municipales conservadores. Lo más contradictorio de sus decisiones políticas: los árboles de la plaza fueron arrancados con nocturnidad perversa y las raíces de los del paseo van a determinar los detalles finales de la obra. In memoriam de Yoli Barcina y su expolio arqueológico. La plaza del Castillo pasó a ser en superficie un descampado pétreo en aras de un parking público bajo tierra. Carlos III sucumbió a la servidumbre de otro gran aparcamiento subterráneo, algunos de cuyos accesos rodados y peatonales condicionaron gran parte del eje central. Perdió armonía en su vocación de bulevar. Ahora le toca al paseo de Sarasate, que estrenará aspecto en la primavera de 2023. Nueva urbanización "más técnica que rompedora" (UPN ya rompió bastante hace veinte años en la plaza del Castillo). Inversión de 10,2 millones de euros. Los servicios técnicos municipales han redactado el proyecto a partir de tres propuestas seleccionadas en un Concurso de Ideas para la Transformación del paseo (2019). El Monumento a los Fueros (1903, casi 24 metros de altura), aún sin inaugurar, ganará en prestancia con la supresión de las vallas perimetrales y de los aseos subterráneos. Puede que otro monumento cierre el paseo junto al Parlamento. Las esculturas de seis reyes navarros (1760) serán restauradas y cuatro de ellas cambiarán de ubicación. Nuevos pasos transversales, más bancos (de granito negro con elementos de madera), tres aseos autolimpiables y renovación de mobiliario y alumbrado. El tráfico seguirá como está. La diferencia de cota a la altura de la calle San Miguel se salvará con gradas-escaleras como "zonas de estancia informales" (tentación para botellones). Plaza, avenida, paseo: un destrozo y dos chapuzas.