enemos un mes para imaginar cómo podemos en nuestra escala cercana (a la que estamos ahora confinados) plantar ese renacimiento social que ha de venir después de la primera crisis vírica del siglo. De la mano de la ciencia vamos a tener nuevas herramientas, y también nuevos cuidados, para no volver a ser tan vulnerables a las pandemias. Pero hay más necesidades en esta sociedad ahora hibernada. Este decrecimiento brutal no tiene por qué dar paso a al absurdo crecimiento que teníamos: podemos moderar y repensar aquella relación entre sociedad, economía, medio ambiente y salud. Como decían los ecologistas hace cuarenta años: pensar globalmente y actuar localmente. Nos tenemos que dar prisa porque las bestias del Mercado están ya apropiándose del posible renacimiento para llevarlo a su huerto. Ya lo hicieron, con notable éxito, hace 12 años y así nos dejaron. Ahora podemos marcar la diferencia: tras este invierno llegará finalmente la primavera y cuando podamos ir abriendo el confinamiento debemos exigir que no sea todo como antes.

¿Quieren ejemplos? Estas semanas iré poniendo alguno por aquí y comienzo con algo que me toca cerca: la iluminación de las calles. Se ha moderado en algunos ayuntamientos el número de farolas y las luces monumentales de muchos lugares. Podía irse un poco más allá, como llevamos proponiendo desde hace mucho tiempo, creando entornos más oscuros y saludables y racionalizando el gasto y la luz. Ahora que hay muy poca gente y menos tráfico es el momento idóneo para ir ensayando y comprobar que nos sobra mucha luz. Quizá en el renacimiento podamos volver a tener unas noches serenas y también oscuras. Que nos dejarán dormir más tranquilos y nos ahorrarán unos cuartos. Otro día hablamos del transporte y de la vaca sagrada de los coches, ahora ahí parados sin contaminar el planeta.