caba de empezar el año y vemos con vergüenza que la mentira y la manipulación de la información provoca un asalto al Capitolio, mientras nos paraliza una tormenta de nieve y aire helado inusitada. No son comparables, lo de la tormenta es más sintomático de una catástrofe climática en ciernes, algo que teníamos pendiente y seguirá empeorando en los años venideros. Hablar de la emergencia climática y del calentamiento global la semana en la que vamos a tener las temperaturas más bajas de este último medio siglo parece exagerado pero resulta pertinente. Por otro lado ese argumento negacionista (que por aquí y por allá usaron de vez en cuando algunos dirigentes de la ultraderecha) de que si nieva es que no hay cambio climático se desmonta cuando vemos la serie climática que vivimos y cómo está incrementando la frecuencia de fenómenos climáticos extremos, nuestro sistema del clima tiene más energía y la lanza en formas sorprendentes.

Ya en años anteriores se ve cómo la circulación atmosférica cercana al polo puede alterar su movimiento habitual. Ese vórtice polar de la alta atmósfera que se desplaza al sur y nos trae frío polar es la máquina que favorece estas tormentas a la que, aunque les pongamos ahora nombre, no dejan de ser terroríficas. Un avance científico del 2020, que ha pasado más desapercibido que otros años porque la pandemia nos ocupa y preocupa sobre todas las demás cuestiones, es que los modelos numéricos del clima tienen cada vez más precisión, definiendo un panorama que permite entender cómo estos fenómenos están ligados al calentamiento. Habrá que cumplir de una vez los compromisos adquiridos en París. Cuando el parón pandémico, muchos pedimos que se aprovechara para comenzar de veras una transición energética. Seguimos esperando, ahora abrigados, por lo menos a cumplir los acuerdos de París.