o llevan varios días comentando el asunto ese de la gente que se ha puesto la vacuna aprovechando que tenían mando y que las tenían a tiro de alguna manera? ¿No les parece increíble?. Cuanto más lo pienso, menos lo entiendo. Razono que quizá esto es reflejo de algo que está muy en el fondo de nuestra sociedad, un mal sistémico que sufrimos; que hay que exigir cuanto antes una ética en la cosa pública más allá de lo legal o lo normativo. Ojo: esto no exonera la responsabilidad individual de cada uno que se ha vacunado cuando no le tocaba; ni tampoco la responsabilidad colectiva de la institución que lo ha tolerado o lo ha ignorado; ni de los partidos que han colocado ahí a esas personas. Todo lo contrario, debería darse por descontado: desde el primer conocimiento público se debió despedir a esas personas no aptas para gestionar sin colarse ni aprovecharse de la circunstancia. Y por supuesto, desde que se revelara la primera corruptela, ir a por todas y de forma tajante hacer limpia. Cuanto más se tarda, cuanto más rodeo, más se expande ese vicio inmoral.

Pero eso no es más que el principio, porque no es lógico que ante una emergencia planetaria que nos ha exigido todo y más se cuelen a la primera de cambio los procedimientos del sistema de castas más inmundo, incluso con el ordeno y mando militar que es algo para hacérselo mirar. Hay algo más que limpiar y estirpar, porque el cáncer está asentado muy dentro y lo hemos mamado desde pequeños, lo seguimos viviendo en el día a día. Y eso nos hace en cierto modo cómplices, sin duda no tanto como esos consejeros de salud o esos generales, alcaldes y parientes y... Pero si no nos revelamos y salimos de la perplejidad en la que nos ha colocado esta realidad tan asquerosa, no podremos asegurar que mañana no nos la vuelvan a colar. Y así siempre.