El embrollo catalán y la ola reaccionaria que asuela buena parte del planeta ha acabado también por sacar de sus cavernas a lo más granado del trogloditismo hispano. No es que faltaran fachas redomados a nuestro alrededor. Simplemente, en público procuraban cortarse, aunque en la intimidad rascabas un poco y les salía el joseantonio xenófobo, centralista, machista y aporofóbico que portaban dentro. Debían de llevarlo fatal en la dictadura de lo políticamente correcto. La masiva salida del armario a la que estamos asistiendo ha acabado con el disimulo. Bariáin (UAGN) hace unos años no se hubiera atrevido a protestar al Gobierno de Navarra a cuenta de la renta garantizada. “Necesitamos que haya gente que esté tan jodida que no tenga otros cojones que trabajar en lo nuestro por lo que queramos pagarle”, le ha venido a decir al consejero Laparra. Capitalismo gore. Sin chorradas. Orgullosos de ser lo que son -“fatxa naiz eta harro nago”- ahora compiten entre ellos por ver quién es el más neandertal. Si el guirigay de la izquierda española causa estupefacción y el de los nacionalistas catalanes ya simplemente produce pena, la pelea que se está desarrollando en el córner derecho, aunque con momentos entretenidos, acaba dando miedo. Resulta inquietante lo convencidos que tienen que estar de las buenas perspectivas de venta de su discurso para que se lancen a ese maratón por ocupar el extremo del espectro. Vox, en su mitin madrileño, les ha puesto el listón muy alto al PP y a Ciudadanos. Ni autonomías, ni emigrantes, ni lucha contra la violencia de género. “Iguálamelo”, les dice a sus competidores, como el personaje del chiste. A lo mejor no hay que alarmarse tanto y acaban despedazándose entre ellos o consiguiendo que la gente huya despavorida. Aznar ha dicho que él dejó a la derecha unida y ahora está dividida en tres. En Navarra tenemos cuatro. O cinco.