a Sección Primera de la Audiencia de Navarra acaba de absolver al guardia civil que detuvo a una camarera tras una discusión por haberle servido mal el café. Sus señorías le sacan la cara al miembro de la Benemérita, afirmando que su conducta no fue tan "arbitraria" como podría parecer a primera vista, porque, oye, el pobre hombre entendió, quizás con no demasiado buen criterio, que la tal camarera, a la que el agente obligó a salir al exterior de su establecimiento por, queda dicho, no resultar de su gusto el café servido (cosa que nunca jamás ha sucedido a ningún mortal en esta tierra), estaba empezando a indignarse, o sea, a mostrar una conducta quizás constitutiva de delitos de desobediencia y alteración del orden público. Que al final parece que no era tal, porque la tal camarera fue puesta en libertad sin cargos, eso sí, de madrugada y tras pasar varias horas en el cuartel de Puente la Reina. ¿Significa esto que el procesado merece castigo o reprobación por su conducta? Claro que no. ¿Por qué? Pues porque no tenía "conciencia plena y absoluta de que la detención que ordena o realiza es ilegal". O sea que pensaba que hacía bien, el desdichado. Tócate las narices. Si la sentencia crea jurisprudencia, los trabajadores del gremio se la pueden coger con papel de fumar cuando el cliente luzca uniforme. Ni una tontería, ni un mal gesto, ni una palabra de más, y cuidadín con el género y cómo se sirve, y señor sí señor, y aquí está su siervo/a, su esclavo/a, como en las películas españolas de blanco y negro, época a la que nos retrotrae el, nunca mejor dicho, fallo judicial. Los jueces aceptan sin vergüenza pulpo como animal de compañía con tal de exonerar a un miembro de los cuerpos y fuerzas. Para ellos son como el rey, intocables. La hostelería de la Comunidad Foral, mientras, ni mu.