Dos de cada cinco mujeres que denuncian violencia machista en Navarra son menores de 30 años. El dato es preocupante y en consecuencia las instituciones lo publicitan y arbitran medidas para reducirlo. No hay otra. Con razón, animan a los hombres a sumarse al rechazo a la violencia y a participar en los actos previstos para el próximo 25-N. De corazón, espero que esto se mueva. Va a ser arduo.

Por razones que no vienen al caso, me toca conocer grupos de adolescentes y jóvenes. No siempre, desde luego, hay excepciones, claro está, pero cuando se habla en esos foros de reivindicaciones igualitarias (y pongan ustedes aquí las que quieran: derechos y libertades, seguridad, igualdad salarial, conciliación, etc) hay un comentario que se repite con una frecuencia dolorosamente alta: ¿Igualdad? ¡Pero si luego se divorcian y se llevan los hijos y la casa! Lo he escuchado a críos de 12 y a jóvenes de 26. Y no los sacas de ahí. ¿Es lo único que pueden decir acerca de la igualdad? ¿De qué resentimiento propio pero seguramente ajeno y no reflexionado parte?

Otras observaciones como que las mujeres provocan, hacen a los hombres hacer cosas que no quieren, te salen sueltas si no las educas bien, mienten para denunciar maltratos inexistentes? y más que es mejor no reproducir galopan con el mismo combustible, una enorme misoginia que impide conectar serenamente con los datos y mirar a las mujeres como iguales. ¿Muchos están descolocados por la presión de las mujeres, por la progresiva ocupación del espacio? Posiblemente. ¿Ante la precarización de las oportunidades otros reaccionan así? Es más que probable. Algunos, puntillosos, precisan que igual si el feminismo cambiase de nombre los hombres podrían apoyarlo? Desde luego, tendremos que entender desde dónde hablan y se resisten, porque lo urgente es actuar.