o tengo idea exacta de cuándo comenzó el tiempo meteorológico a tener una presencia relevante en los telediarios, recuerdo que me cabreaba, presentía maniobras en la trastienda. Hablan del tiempo para no hablar de otras cosas, los informativos se han convertido en un ascensor del que todo el mundo quiere salir pitando. Un pensamiento sinsorgo, no digo que no, pero aquella devoción por las borrascas tuvo bastante de sorpresivo. En modo razonador, me planteo si este redimensionamiento coincidió con la extensión de la evidencia del calentamiento global, pero no sé yo. Sigo dudando.

En cualquier caso, la sobreinformación me ha resultado adictiva. Ahora me sorprendo consultando la página de la Aemet con una frecuencia que puede calificarse de compulsivita. A veces con un objetivo práctico, ¿chaqueta o cazadora?, ¿dentro o fuera?, ¿con o sin paraguas?, ¿paseo o sofá?, pero casi siempre como quien se toma ese sorbete que se ponía entre platos para preparar la boca ante un nuevo sabor, como quien borra una pizarra, para pasar a otra cosa mariposa. Pero no solo. El otro día, por ejemplo, había dos moscas en la habitación, eran las primeras de la temporada y estrenaban su insidia con toda la energía de los comienzos, venga dar vueltas delante de mis ojos, siseantes. ¿Se divierten las moscas? Me estaban fastidiando tanto que pensé que sí, que se lo estaban pasando en grande y lo mejor de su disfrute tenía que ver con mi malestar. ¿Ustedes creen que lo primero que hice fue bajar las persianas y dejarles la puerta abierta hacia la luz del pasillo? Pues no. Eso fue lo segundo. En primer lugar, miré la página de la Aemet, comprobé la temperatura y deduje que su presencia estaba más que justificada. Luego ya me puse a lo práctico. Analizable. No estoy bien.