Ya estamos en 2020. Un número bonito, casi tanto como el capicúa 2002, que siempre será mi año favorito. Sin embargo, por mucha gracia que nos haga la combinación de doses y ceros, venimos caminando por este nuevo enero a trompicones. Recién estrenado, aparecieron de nuevo varias grietas de buen tamaño en la ladera derecha del embalse de Yesa. Además, la gripe ha alcanzado nivel de epidemia en Navarra y se prevé que su incidencia siga aumentando en las próximas semanas y el departamento de Salud ha tenido que reforzar la atención pediátrica porque los virus respiratorios continúan atacando a los chiquillos hasta el punto de que el pico de la afección ha ocupado todas las camas hospitalarias disponibles para los pequeños pacientes. No hemos entrado con buen pie en 2020 y encima tenemos que soportar a esos ignorantes, estúpidos o rastreros que pretenden engañarnos respecto de los peligros de la polución o procuran convertir la anunciada recuperación por parte de esta comunidad de sus perdidas competencias de Tráfico -una demanda histórica y unánime en todos los grupos políticos habidos y por haber sobre esta tierra- en alta traición y cobarde claudicación a terribles y espurios intereses. En este sombrío ambiente, sólo me ilusiona saber que esta noche llegan los Reyes.