Terminó el Carnaval. Txatxos, herreros, momotxorros, mutuak, brujas y demás personajes ya desalojaron las calles en las que nos contaron de mil formas una tradición que cada zona de Navarra vive a su manera. Sin embargo, hoy quiero recordar el incidente ocurrido el viernes 21 en el Casco Viejo de Pamplona porque no me quito de la cabeza que, aun siendo grave, pudo serlo más. Según la versión oficial, la Policía Nacional recibió una llamada de una casa de apuestas de Estafeta señalando que gentes disfrazadas habían entrado en el local y ocasionado desperfectos. Los moxaurres aseguran que perseguían a los chiquillos por el barrio y que entraron en varios comercios anunciando el Carnaval a gritos.

Digo yo sea o no cierta la denuncia que es una temeridad y un abuso que una furgoneta policial atravesara a gran velocidad una Plaza de San Francisco (a 450 m. de la citada calle) en la que jugaban y corrían decenas de críos. La estampida estaba garantizada y una chica acabó golpeada/atropellada por el vehículo, con rotura de pelvis y, tras una semana en el hospital (donde cumplió sus 15 años), tendrá que permanecer un mes en casa. Es un relato de desproporciones y temeridad manifiesta que pudo terminar en desastre y del que, siguiendo otra tradición, nadie se responsabiliza.