Pese a no tener costumbre de mirar esquelas, la semana pasada pensé que podía morir algún conocido y no enterarme. Desde entonces, lo hago cada día y cada día pienso que, por mi propio bien, debo dejarlo porque resulta terrible ver la cantidad de personas que está falleciendo, sobre todo ancianos.

Sabemos que son el grupo de mayor riesgo pero se me llenan los ojos de lágrimas imaginar que, tras una vida de trabajo y entrega, nuestros abuelos se están yendo solicos, sin unas manos que tomen las suyas en sus últimos momentos y sin que su familia y amigos puedan acercarse a ellos para iniciar un duelo compartido. Si esto es duro, qué decir de las terribles historias de algunos centros de mayores, en donde los internos intentan sobrevivir en condiciones infames Por ello, quiero dar las gracias a todos esos grandes profesionales, cuya enorme empatía les llevó a tomar la decisión de aislarse con los residentes que cuidan para evitar que siga creciendo exponencialmente el número de ancianos fallecidos en geriátricos.

Gracias a las y los trabajadores de las residencias San Jerónimo de Estella y Nuestra Señora de Gracia de Tudela por vivir estos terribles días encerrados y al cuidado de sus 157 abuelos. Formáis parte de la mejor gente que hemos descubierto en esta crisis.