os resúmenes fotográficos de final de año son lo que son y se asemejan unos a otros. Así, nunca puede faltar algún desastre natural (en esta ocasión, el terremoto de Turquía o los devastadores incendios de Australia), imágenes de las mil desgracias que se ciernen sobre los pobres de la tierra -el incendio del campo de refugiados de Moria, por ejemplo- y una gran protesta ciudadana, difíciles de olvidar las que recorrieron Estados Unidos en respuesta a la violencia policial contra la población negra. Además, siempre aparecen fotos de alguna guerra, pequeña o grande, famosa u olvidada, y así debió ser en este 2020 hasta que la covid llegó a nosotros. El repaso gráfico de los últimos meses, en Navarra o en Japón, está ocupado por estampas de médicos y enfermeros vestidos de astronautas, de poblaciones enteras caminando con las caras tapadas, de enfermos muy pachuchos esperando a ser atendidos, de ancianos más vulnerables que nunca, de palitos en el interior de narices, de gentes que aplauden desde sus casas, de sanitarios que aplauden desde sus puestos de trabajo€ De mucho trabajo y gestos de apoyo y, sobre todo, de espacios públicos aterradoramente vacíos. No sé qué imágenes contarán al futuro este jodido 2020, pero sean cuales sean destilarán el miedo que un día sentimos.