ntre el temporal de viento, agua y nieve que ha dejado las calles vacías y el puñetero coronavirus que no da tregua una sola semana, no me veo capaz de ver más allá de hoy mismo. Los datos me tienen acogotada. ¿Para qué vas a hacer planes si la variante Ómicron y sus múltiples mutaciones han despertado las alertas de medio mundo? Sí, han de estudiarla antes de dar pábulo a la histeria, pero el miedo es libre y si no que se lo digan a tantos que esperaban reunirse con los suyos por San Saturnino y han decidido quedarse en casa. Sea ésta u otra la letra griega que nos amenaza, superar los 400 positivos diarios en una comunidad que lleva casi 20 días sin bajar de los 100 contagios es una barbaridad. Así que cuando me enteré que la Federación de Peñas proponía unos Sanfermines más igualitarios, con espacio para los colectivos populares y el euskera, en el que una votación popular elija a quien lance el chupinazo, etc. me quedé ni fu ni fa. ¿Ya tendremos fiestas? Sin pretensiones de agorera, siento que a este bicho no nos lo quitamos de encima en mucho tiempo y que va a condicionar nuestras vidas de mil maneras. En el fondo, lo que me tiene paralizada es la creencia de que después de dos años sin ver a los gigantes, mañana tampoco saldrán. Y esta vez la culpa no es de la covid.