Tres años después del movimiento de indignados que salió a la calle el 15-M, sus postulados han tomado cuerpo de la mano de Podemos, formación que ha irrumpido con un ímpetu y éxito inusitados. Liderado por Pablo Iglesias, un profesor de Ciencias Políticas de 35 años cuyo prestigio se ha forjado al pairo sonados enfrentamientos con periodistas conservadores en las tertulias televisivas, ha pasado en cuatro meses de ser una atractiva idea a la cuarta fuerza política estatal (la tercera en cinco comunidades), con más de un millón doscientos mil votos (el 7,9% de los votantes en España y el 9,35% en Navarra). Con una campaña autofinanciada -poco más de 100.000€- basada sobre todo en sus fuerte presencia en las redes sociales -su líder tiene más de 300.000 seguidores en las dos principales plataformas y ha sido tendencia del momento varias veces en el último mes- Iglesias ha puesto en evidencia la falta de propuestas ilusionantes de un PSOE tan desnortado como necesitado de refundarse y de una IU demasiado controlada por el aparato del PCE. Los votantes de izquierdas están hartos de las mismas caras y propuestas, y han abrazado esta formación que le ha dado a la partitocracia tradicional una bofetada en donde más le duele: en las urnas. Podemos se ha empeñado en que se puede hacer política de otra forma. Con un programa teñido de populismo y utopía, pero atractivo para parte de la ciudadanía más castigada por la crisis, su bandera ha sido "devolver la palabra al pueblo" frente a la "casta política" que representan PP y PSOE y poner freno a la corrupción. Han abrazado una de las máximas del Mayo del 68 francés como era la de Seamos realistas, pidamos lo imposible y su resultado ha sido fulgurante. Con el bipartidismo como enemigo declarado, Podemos se ha nutrido del caladero de votos socialistas descontentos y de los abstencionistas penitentes y casi se ha adueñado del espacio político que debería ser de IU. Ahora tiene un año hasta las municipales y autonómicas para asentar su proyecto y testar el apego de la voluntad popular a sus propuestas. Difícil, pero no imposible tarea.