Los asuntos de la familia se tratan en la familia. Esta frase no es de Alfonso Capone, Lucky Luciano, Vito Corleone, Tony Montana o Pablo Escobar el quinteto de mafiosos más siniestros del último siglo. Aunque seguro que la habrían pronunciado más de una vez a lo largo de su sanguinaria carrera. La frase, pásmense, es de un -teóricamente- servidor público de altísimo nivel. Para más inri titular en el Gobierno de la cartera de Justicia. Todo viene a cuento del reciente aguirre (dícese del que tiene un accidente y huye del lugar del los hechos aprovechándose de su cargo o condición) de José Ruiz-Gallardón, abogado de postín y segundo hijo del ministro, que se dio a la fuga tras causar daños a otros vehículos. Al parecer, y según testigos, conducía con síntomas de embriaguez y se refugió en el garaje del edificio donde reside el ministro. Los municipales que instruyeron el atestado destacaron la falta de colaboración de los escoltas, quienes negaron la evidencia: que el coche que buscaban entró en ese edificio. Gallardón lleva varios días intentando eludir el tema, pero la actitud de ayer fue la de un hampón. No es un asunto privado cuando compromete la actitud de los escoltas, pagados con fondos públicos, que intentan evitar que se esclarezca un posible delito. Debería dar ejemplo de más transparencia, pero ya se sabe que en casa del herrero... También quiere el Gobierno que se queden en familia los posibles pleitos del monarca. El de antes y el de ahora. Con una tramitación ultrarrápida de su blindaje jurídico acudiendo a retorcidas triquiñuelas de procedimiento legislativo para que el Congreso lo valide esta semana. Menos mal que ha cundido la cordura en la oposición y el PP se volverá a quedar solo en la defensa de este aforamiento a la carta. Y con prisas. Ya que a Juan Carlos I le acechan dos posibles demandas por paternidad. Y es que, como señalaba el escritor inglés Anthony Hope, “las buenas familias generalmente son peores que cualquier otra”.