No asumir responsabilidades políticas -remarco lo de políticas, no judiciales, civiles o penales, que solo faltaría- ante la avalancha de los escándalos de corrupción en los que se ven envueltos decenas de nuestros administradores públicos es una constante en el PP, que se dedica a tirar balones fuera una sí y otra también. ¿Quién es responsable del primer contagio por ébola fuera de África? Teresa Romero, claro. ¿De la tragedia del Madrid Arena? Las cinco jóvenes que se agolparon precipitadamente en la angosta puerta de salida, por su puesto. ¿De la catástrofe ecológica del Prestige? El capitán del petrolero, faltaría más. ¿De la del avión Yak 42? El piloto, quién si no. ¿De la financiación irregular y los sobresueldos en el PP a través de Gürtel? ¿Tal vez el secretario general de turno del partido, por ejemplo Acebes? Quita, quita. Sólo el tesorero Bárcenas, que actuaba “por su cuenta”. En el vergonzoso episodio de las tarjetas opacas, más de lo mismo. Tampoco nadie asume culpas ni da explicaciones convincentes. Aznar puso al frente de Caja Madrid a Blesa porque era amigo suyo desde los tiempos de estudiante, no por su cualificación profesional, que ya la hemos comprobado como la ejercía a golpe de visa black. Rajoy encaramó luego a un Rato que venía de una nefasta gestión personal y profesional en el FMI. Ninguno abre la boca. Ni siquiera tras la macrorredada de ayer que destapó más de 250 millones de euros en concesiones presuntamente amañadas (y con la consiguiente mordida para los políticos), principalmente de ayuntamientos del PP. Sólo una tímida e insuficiente suspensión de militancia. La solución Rato, como el caso Acebes y ahora el caso Granados, es claro ejemplo de la manera de actuar de Génova: hacer el menor ruido posible, taparse las narices y mirar para otro lado. Es la vieja táctica de Rajoy: pasar de puntillas para que el tiempo acabe pudriendo cadáveres políticos. Pero hay dos detalles en ese partido preocupantes. Que el PP hasta ahora nunca ha expulsado a sus altos dirigentes implicados en los numerosos casos de corrupción en los que está emponzoñado. Y que tres cuartas partes (12 de 16) de los integrantes del penúltimo Gobierno Aznar -julio de 2002- están en la cárcel, imputados, o figuran en la contabilidad del PP investigada en el caso Bárcenas por presunta financiación ilegal y cobro de sobresueldos. Curioso pedigrí de un partido en el que se ha enquistado la corrupción.