al menos teóricamente, la candidatura de UPN a las próximas elecciones es cosa de cuatro, aunque de la partida de mus alguno se levantará de la mesa sin ver sus cartas. Será la única mujer en liza, porque Salanueva ha condicionado su concurso a que vote toda la militancia en primarias y Barcina no le va a dar ese gusto. En honor a la realidad del consejo político y a la radiografía de los 232 prebostes que lo integran, el outsider Rábade tampoco cuenta pese a su condición de eficaz cargo de libre designación y a sus tres décadas al corriente de pago en el partido. Con las cautelas inherentes al sufragio secreto, el triunfo se dirimirá entre Esparza y Catalán, lo que podría interpretarse como una reedición del cainita congreso de marzo de 2013 pero con la victoriosa Barcina sustituida por su actual consejero. Una visión simplona, pues Esparza no milita en el círculo más íntimo de la presidenta y bien podría pescar en el caladero municipalista deudo de Sanz, mientras que el hoy rector del Parlamento recondujo su relación con Barcina hasta acceder al comité de listas para decepción de parte de sus incondicionales, si bien encarna como nadie la fidelidad a la marca. De hecho, Catalán aventaja a Esparza en 20 años de afiliación -desde 1987, habiéndolo sido todo menos presidente de la sigla y del Ejecutivo-, aunque ambos presentan caracteres similares e idénticos principios. Con temperamentos conciliadores y defensores del pacto con el PSN, su premisa radica en la Navarra foral y española, así que sus opciones dependerán de las filias que puedan generar y las fobias que sepan atenuar. Una cuestión de feeling cuando en el regionalismo cunde la certeza de que conformarían un ticket idóneo en caso de bicefalia, con Catalán de presidente del partido y Esparza de candidato por su nexo con el sector rural. Una posibilidad que ya no se materializará y que retrotrae a UPN a abril de 2004, con aquel tumultuoso consejo político para elegir eurodiputado también con cuatro aspirantes: el ganador Pomés, Cervera, Zubiaur y Elizalde. Reeditar tamaña gresca supondría el finiquito de UPN tras su naufragio en el Navarrómetro.