rajoy tiene ya decidido agotar esta convulsa legislatura y presentarse como cabeza de lista del PP a las elecciones generales de 2015. Tras un trienio ominoso de recortes en lo social y económico, incumplimientos electorales, ínfulas de recentralización y derechos amenazados, el gran líder ha dado el paso adelante y reunirá a los barones del partido el jueves en La Granja (Segovia) para cerrar filas y trazar una estrategia convincente a un año vista para intentar mantenerse en el poder. A estos handicap debe añadirse su falta de sintonía con el electorado. Baste señalar que ocho de cada diez ciudadanos valora de forma negativa su gestión. O que el 86% tienen poca o ninguna confianza en él (incluso entre sus votantes este porcentaje se dispara al 56%). El presidente no es un hombre pródigo en encarar con decisión los problemas -verbi gratia Catalunya, el fin de ETA o la reforma constitucional- pero le ha ido cogiendo gustillo a esto del poder y, ahora ya sin tapujos, fía su éxito en las urnas a la incipiente recuperación económica y a una cifra macro que publicita sin pudor tanto él como su cohorte, a la que ha recomendado en un claro cambio de estrategia de comunicación mayor presencia en los platós. También con un acercamiento táctico al PSOE -vía oferta de gran coalición- para perpetuar el bipartismo reinante desde la Transición. Además, intenta desactivar cualquier iniciativa a medio plazo de su todopoderosa vicepresidenta. Soraya Sáenz de Santamaría, la dirigente mejor valorada del PP, gana enteros de cara a un futuro no muy lejano y además de llevar con pulso firme el día a día del Ejecutivo concentra a su alrededor un grupo de ministros y de altos cargos que está empezando a ser visto por muchos como el epicentro del poder y una más que posible alternativa a don Mariano. Lo que no sabe como afrontar es el aluvión de casos de corrupción que salpican de lleno a su partido y que han minado sobremanera sus expectativas de triunfo. Y el hartazgo ciudadano que ya amenaza muchos de sus feudos en las autonómicas y municipales de primavera y que puede ser el preludio del batacazo histórico que suponga perder de una tacada la mayoría ab-soluta y tener que mudarse de La Moncloa.
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