los yihadistas tiemblan ante el pacto antiterrorista sellado por pin Rajoy y pon Sánchez, ese que les amenaza con la cárcel para los restos, como si no acostumbraran a morir en sus atroces atentados bajo la delirante premisa de que, a mayores daños, tanto mejores gozos celestiales. Constatado lo absurdo de la componenda sociopopular por el nulo efecto disuasorio de la prisión permanente revisable ante la impronta suicida de sus destinatarios, cabe preguntarse también dónde queda la función resocializadora de las penas con esa condena de por vida rectificable a los 35 años, más en el marco de un sistema carcelario rebosante de reclusos. Ya desde la perspectiva política, el cuarto acuerdo contra el terror que suscriben PP y PSOE supone la recuperación de los viejos usos de ese bipartidismo agonizante que concibe el pacto como un fin en sí mismo -naturalmente propagandístico-, a cocinar entre dos y emplazando al resto a una mesa puesta de menú inalterable. Con el aditamento de que esta fotografía en concreto beneficia indiscutiblemente a Rajoy, que ve legitimada la práctica cadena perpetua que impuso en absoluta soledad en el Congreso, como refrendo de su política de mano dura en el Código Penal y en las calles. Cuando, en sentido radicalmente contrario, las leyes que afectan a los derechos fundamentales debieran aprobarse por mayoría cualificada del Parlamento, desde luego nunca a golpe de alarma social -real o provocada- y erradicando toda pirueta dialéctica como la que en este caso protagoniza el PSOE asumiendo la prisión permanente revisable aunque no se cite de forma expresa. Un obvio ardid que para nada minimiza la vía de agua abierta en el seno del partido y en su dubitativo electorado, hasta el punto de poner aún más en el disparadero a Sánchez. La equidistancia entre el PP y Podemos que pretende el todavía líder socialista, de por sí un error en un contexto de imparable regeneración democrática, se va decantando en favor de la derecha abrazada a la corrupción mientras las soflamas de Iglesias abarrotan la Puerta de Sol. El PSOE no ha aprendido nada del formidable estacazo de la ya mortecina socialdemocracia griega.
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