la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados, sostenía irónico Groucho Marx. Sentencia que no le debe hacer mucha gracia a Artur Mas, el gran timonel del procés que fue obligado por los suyos a inmolarse para evitar una nueva sangría de lo que queda de CDC en unas elecciones catalanas que casi nadie quería pero a las que todos se encomendaban. La cara de Mas era un poema cuando declaraba que daba un paso a un lado para empujar a Catalunya “hacia adelante”. En realidad fue empujado a la cuneta en un pacto muñido por diversos colectivos de Junts pel Sí y los antisistema -para aupar al tapado desde hace semanas, Carles Puigdemont- al que el aparato de CDC ha sido reticente pero que los barones territoriales han terminado imponiendo pese a los recelos de la vieja guardia, que ya se afana denodadamente en refundar Convergencia. La CUP se jacta se haber mandado a Artur Mas “a la papelera de la historia”, pero con el requiebro maquiavélico del sábado es posible que además haya finiquitado políticamente a los líderes de los dos -hasta ahora- principales partidos españoles. El nuevo escenario catalán diluye la ya de por sí complicada estrategia de Pedro Sánchez de aglutinar una mayoría de izquierdas (no parece posible ni coherente que acepte los 17 votos que suman ERC y CDC en el Congreso) para acabar con el cuatrienio del PP. Además, sin elecciones catalanas en el horizonte los barones del PSOE van a forzar un adelanto del congreso del partido que forzará la salida de Sánchez y encumbrará a Susana Díaz, que no querrá iniciar su andadura facilitando la reelección de Rajoy. Con los números y la lógica en la mano éste tiene muy difícil conformar una sólida mayoría, por lo que gana peso entre los conservadores (tras lo visto con Mas) la estrategia de la Operación Menina, para que el líder del PP de otro paso a un lado y facilite un Gobierno liderado por alguien (la vicepresidenta Soraya) que suscite menos fobias que Rajoy. Eso o nuevos comicios que probablemente dejarían en el Congreso un escenario similar. Y vuelta a empezar con tres líderes fracasados y defenestrados.