La matemática parlamentaria -amén de las urnas- ha querido que sea un tal Sánchez, Pedro, el político sobre el que pivoten todas las combinaciones más plausibles y posibles para la formación del Gobierno que debe suceder al de Rajoy. Descartada, en principio, la gran coalición con los populares pese a las presiones de Bruselas y los centros de poder financiero (y porque la ciudadanía ha sido tajante en sus exigencias de cambio y sería interpretada como más de lo mismo), el líder del PSOE se ha enfrascado en la compleja tarea de formar un Ejecutivo con más ambición que certeza. Y para quienes, como él, ambicionan el poder casi a cualquier precio, no existe una vía intermedia entre la cima y el precipicio. Esos son los dos destinos del todavía líder del PSOE, que no sólo debe de mirar a derecha e izquierda para no ser atropellado, sino que debe tentarse la ropa porque ni en su casa -la socialista- tiene las manos libres para amalgamar un gabinete con ciertos visos de estabilidad. Pablo Iglesias, maestro de la estrategia política, ha desencadenado un terremoto con su oferta cuasi imposible de Gobierno de coalición presidido de facto por el vicepresidente y cuya acción política estaría liberada por las carteras en manos de los morados. Si le sale bien, de la Tuerca a La Moncloa en unos meses. Si es rechazado, se erige como genuina oposición de izquierdas ante un desojado PSOE. Y si hay elecciones a corto plazo, a por el más que posible sorpasso. Jugada maestra para alguien que había prometido hasta la saciedad que no entraría en un gabinete que no presidera. Sánchez, que aboga por un Gobierno en solitario (con 89 de 350 escaños) con apoyos de legislatura, está también marcado por su propio partido, cuyos barones le han impuesto la exigencia de que el Comité Federal rubrique su posibles pactos. Un partido por cierto, que no ha cerrado el debate sobre su liderazgo dados los magros resultados electorales. Desde la derecha, Rajoy mete presión al rescatar el lenguaje del miedo y al avanzar en sus contactos con Rivera para un pacto de legislatura al que luego intentarán sumar al socialista. El apaño del Congreso da idea de por dónde pueden ir los tiros.
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