Que no te engañen: para ser peón de brigada en el Ayuntamiento de Cortes hay que tener pene y estar empadronado en el pueblo... Ahí es nada. Dos por uno. Y trasciende en la semana del Día de la Mujer... La oferta de empleo aprobada en febrero por la alcaldesa de esta localidad ribera ha tenido eco. No ha hecho falta que se publicitara en un autobús naranja para suscitar reacciones. Posiblemente el asunto tenga algún tipo de remedio legal o político, pero al menos requiere una reflexión social en dos niveles: el eje hombre-mujer y el binomio los de casa-los de fuera. El pliego no resiste un análisis de género y emborronaría el algodón en la prueba de igualdad. Porque está trazado con brocha gorda. La intención de una discriminación positiva (en forma de puntos extra) para priorizar la incorporación laboral de determinados colectivos desfavorecidos (como pueden ser los hombres mayores en desempleo de larga duración, mujeres víctimas de violencia de género...) estaba en el espíritu de las ayudas del SNE. Pero no una discriminación negativa en el sentido de poner como “requisito” algo como el propio género. Eso es ya un triple salto. Era más sencillo. Las propias exigencias objetivas (la “fuerza”, que dice la alcaldesa de UPN) de un determinado puesto ya iban a hacer por sí mismas una criba selectora sin necesidad de ponerlo en el articulado... Lo más preocupante es que un cargo público, un partido (y quizá parte de la población) vea con naturalidad esta discriminación. Es evidente que es un tema a trabajar socialmente. Como la segunda pata, que ha pasado más desapercibida y que quizá tenga más venta populista... Y es que poner como requisito ser de un lugar también es excluyente y peligroso. ¿Dónde ponemos la frontera? Parece entendible que se prime con puntos la residencia para fomentar el arraigo. Pero apoyar, no imponer. Que suceda en la Ribera no es irrelevante ya que estas argumentaciones se han utilizado en el sucio debate lingüístico sobre el modelo D y el PAI. Y luego va un juez y le niega la nacionalidad española a una magrebí que lleva 15 años empadronada en Cascante por no tener un nivel de castellano... Tanto hablar a “imposición” del euskera y resulta que lo único obligatorio es el español...