La protección del derecho a la intimidad de la denunciante, así como la salvaguarda para ella y los acusados de una exposición pública indeseada, han motivado que se vete el acceso de periodistas al juicio por la presunta violación grupal de Sanfermines. Asistimos sin edulcorantes a la quiebra de la confianza en la autorregulación de los medios de comunicación, sin distinguir por parte del tribunal entre informadores serios y mercaderes de truculencias, mayormente televisivos y en horario matutino. Haciendo virtud de la necesidad, me veo en la obligación de reivindicar la información veraz -por rectamente obtenida y difundida-, en aras al interés general y con vocación de servicio público, dispensadora de los elementos necesarios y de una perspectiva poliédrica para que el receptor pueda forjarse un criterio propio sin ninguna apelación al morbo. Porque no cabe mayor perversión que equiparar la información al entretenimiento, pues el reto de quienes la trabajan no es que divierta mediante el suministro directo a las vísceras de detalles colaterales sino desentrañar sus claves con el fin de trasladarla al intelecto de una forma comprensible para el ciudadano medio. Se trata antes que nada de ofrecer datos propios con un enfoque original, en contraposición a tanto escriba y tanto ventrílocuo que impúdicamente se apropian de lo leído y lo escuchado, desde la premisa de que la noticia se caracteriza porque alguien no quiere que se publique. Hoy más que nunca debe propugnarse el desempeño profesional para la divulgación de informaciones contrastadas y ponderadas, ya que el periodismo con fundamento -por riguroso y ético- constituye el único antídoto contra la mera propaganda y especialmente contra las noticias falsas (fake news) que campan a sus anchas en las redes sociales. Porque, además de a la expulsión de la sala de vistas de quienes debieran erigirse en notarios fidedignos de la realidad también judicial, asistimos a la colosal paradoja de que jamás ha existido una sociedad global tan desinformada pero, contradictoriamente, con mayor sensación de conocimiento. Inconsciencia se llama.